El desarrollo de la biología molecular y la inteligencia artificial, que permiten viñedos más resistentes y el análisis en tiempo real de cada paso de la elaboración, prometen revolucionar la producción del vino chileno sin descuidar el paladar de los consumidores.
En el corazón de extensos viñedos de la región del Maule, en el Centro de Investigación e Innovación de Viña Concha y Toro -la más importante del país- científicos e informáticos trabajan para expandir la vitivinicultura tradicional, manteniendo el aporte artesanal de los enólogos que le dan alma a una de las bebidas más consumidas del mundo.
Todo comienza en el laboratorio. "Estamos en la primera etapa, que consta de prospectar nuestros bloques madre, saber cuál es el estatus fitosanitario y el genético", explica a la AFP Felipe Gainza, investigador de biología molecular de viña Concha y Toro.
La clave es identificar qué patógenos y en qué cantidades afectan a la planta para implementar con rapidez tratamientos que reduzcan los efectos nocivos de los virus y hongos que comúnmente atacan a las viñas.
Con esa información, el vivero de Concha y Toro -responsable de un 33,3% de las exportaciones vitivinícolas de Chile, el cuarto exportador mundial de vinos- identifica aquellas plantas que están más sanas para luego "montar un bloque madre nuevo que sea la nueva generación, que llamamos la planta 2.0: libre de hongos y virus y fortalecida con microorganismos benéficos que van a permitir combatir enfermedades", detalla el científico.
Y si bien hoy las viñas Concha y Toro crecen naturalmente, "quizás a futuro haya espacio para manipulaciones más del orden genético que nos permitan generar variedades resistentes a algún tipo de microorganismo que pueda significar un deterioro económico importante", afirma de su lado el director del centro de investigación, Gerard Casaubon, para quien las nuevas tecnologías son la llave para asegurar "la sostenibilidad de la industria".