El caso generó una conmoción social tal que fue determinante para que el gobierno de Carlos Menem estableciera meses después el final del Servicio Militar en la Argentina.
El 3 de marzo de 1994, Carrasco había llegado al Grupo 161 de Artillería
proveniente de la localidad neuquina de Cutral Có para cumplir con la
conscripción. Sin embargo, a los tres días de haber sido reclutado se lo
declaró como desaparecido y desertor, algo que le fue comunicado a sus
padres dos semanas después, cuando el soldado no llegó al hogar familiar
en el que iba a ser el primer día franco de su servicio.
El cadáver del soldado apareció a 700 metros de la compañía donde había
sido reclutado durante un segundo rastrillaje, ya que en el primero una
patrulla pasó por ese mismo lugar 15 días antes y no había encontrado
nada. El cuerpo de Carrasco estaba con el torso desnudo, tenía un ojo
reventado, varias costillas quebradas y, peritajes que se le
practicaron, determinaron que había sido movido antes de permanecer en
un sitio húmedo y oscuro, lo que explicaba el estado de momificación que
exhibía.
El juez de Neuquén Rubén Caro -que años más tarde debió afrontar un
pedido de juicio político por su actuación en la causa- orientó la
investigación hacia "un baile" y varios castigos físicos que recibió
Carrasco en los primeros días de la instrucción por parte de los
conscriptos "viejos" Cristian Suárez y Víctor Salazar, quienes habían
recibido órdenes directas del subteniente Ignacio Canevaro.